sunnuntai 26. toukokuuta 2013

Inclusión educativa


El objetivo de la inclusión es mejorar el aprendizaje de todos los alumnos de los centros ordinarios.
Para lograr la inclusión es esencial que se hagan las consideraciones curriculares en las escuelas y clases que acogen y valoran a todo el mundo. Debemos considerar la inclusión de los estudiantes con discapacidad como un derecho básico, no un privilegio.




VENTAJAS DE LAS ESCUELAS INCLUSIVAS



La escuela es un entramado de relaciones sociales que se dan entre todos los que forman parte de la misma. Relaciones entre los alumnos, entre los profesores, entre los padres y entre cada uno de ellos con los demás. No siempre es fácil dicha interacción ya que en la misma intervienen cuestiones de poder, de autoridad, de individualismo, etc. Se trata de convivir con los demás.
Algunos principios básicos de escuelas con un enfoque inclusivo son aquellos que: potencian la autonomía de actuación y de pensamiento siendo tolerantes y buscando acuerdos a través del diálogo; ante los conflictos no resueltos por esa vía consideran las decisiones colectivas mayoritarias como la alternativa a seguir; defienden una actitud activa y creativa como medio para cambiar las estructuras y solucionar las dificultades; intentan resolver los nuevos problemas y necesidades de la comunidad escolar; apuestan por el interculturalismo, de manera que cada miembro a través de la interacción e información, sin prejuicios, adquiera, una mentalidad abierta y tolerante hacia las distintas culturas y, recursos que le sirvan para desenvolverse en diferentes modelos culturales.


El paso a las escuelas inclusivas tiene diversas ventajas en relación con el mantenimiento de los enfoques tradicionales. Uno de ellas es que todo el mundo se beneficia de unas escuelas inclusivas preocupadas por el modo de establecer comunidades que apoyen y atiendan a todos los alumnos y no sólo a determinadas categorías seleccionadas.

A veces resulta difícil motivar a los miembros de la comunidad educativa para reestructurar las escuelas con el objeto de beneficiar a un alumno o una categoría seleccionada de estudiantes. Pero la realidad es que cuando la educación es sensible y responde a las diferencias individuales de todos y cada uno de los miembros de la escuela, todos los estudiantes se benefician.
Dado los cambios de la estructura familiar y la movilidad que se observan en unas sociedades cada vez más complejas, a veces los estudiantes carecen de los apoyos que les deberían proporcionar unas unidades familiares fuertes e intocables. La ausencia de los padres de familia, violencia intrafamiliar, abuso e incluso la emigración y rupturas familiares son cada vez más corrientes y contribuyen a incrementar el uso de drogas, delincuencia, el suicidio y comportamiento antisocial. Causando que cada vez más y más estudiantes necesiten aceptación y un sentido de pertenencia al grupo.
En ese sentido, para lograr la inclusión educativa, además de contar con escuelas para todos, es urgente garantizar que lo que se haga dentro de esas escuelas realmente responda a sus características y a la atención pedagógica a la diversidad escolar, así como a una tendencia claramente intencionada de proyectarse hacia el desarrollo mediante habilidades cognoscitivas, estrategias de aprender a aprender y disposición de nuevas oportunidades de formación continua, según las demandas a la educación actual y su pertinencia de cara al mundo laboral.




CARACTERÍSTICAS DE LAS AULAS INCLUSIVAS
  
La escuela es un centro de cambio que debe generar una cultura abierta a la colaboración, a través del desarrollo de las capacidades de sus miembros para crearla, de la búsqueda de criterios de construcción de los modelos de enseñanza y de la mejora integral de los procesos de aprendizaje de los alumnos, individualmente considerados. La atención a la diversidad necesita de un clima global sensible que permita mejorar la situación de cada uno de los miembros de la comunidad educativa, basado en el compromiso y las actitudes profundas de tolerancia hacia el hecho diferencial sin establecer categorías y donde el alumno y el profesor se sientan miembros de una comunidad donde puedan encontrar apoyo mutuo.

Estaríamos así sentando las bases de la escuela de la inclusión, que va más allá de la consecución de objetivos puramente académicos y en la que se destaca el papel de la escuela como mediadora y formadora de futuros ciudadanos y miembros activos de la comunidad. De esta forma, tanto los alumnos como los profesores deberán verse a sí mismos como agentes activos del cambio, conscientes y capaces de enfrentarse y desafiar los estereotipos propios de la escuela homogeneizadora, que constituyen un obstáculo para el desarrollo de una escuela promotora del cambio social, en el marco de la colaboración y apertura al entorno, con el propósito de conseguir la mejora de la educación.

Crear un escuela inclusiva en la que se reconozca, valore y respete a todos los alumnos supone prestar atención a lo que se enseña y al modo de enseñarlo. No sólo hay que diseñar las estrategias docentes y determinar el currículo que responda al conjunto de diferencias de los alumnos, sino que el currículo debe afrontar las diversas formas en que se difieren los estudiantes.



CELEBRAR LA DIVERSIDAD, CREAR COMUNIDAD

Todos los miembros de las clases inclusivas tienen un sentido pertenencia al grupo. Los alumnos no pueden constituir una comunidad ni sentirse cómodos si creen que deben dejar de lado sus diferencias y las de sus compañeros para poder pertenecer al grupo. El objetivo no puede ni debe consistir en obviar las diferencias, en no tener en cuenta la diversidad de la sociedad.

El mismo niño se da perfectamente cuenta de que tiene compañeros y compañeras de mayor y menor estatura, que van en silla de ruedas, son de color diferente, hablan idiomas distintos, celebran otras fiestas o provienen de familias que no son las tradicionales.
El hecho de no prestar atención directa a las diferencias, de no reconocer las muchas formas en que difieren las personas, así como las muchas formas en que se parecen, transmite a los niños el mensaje de que no se puede ni se debe hablar sobre las diferencias.
Si los maestros no se ocupan de la conversación sobre las diferencias, los diálogos de los niños sobre lo que se distinguen entre ellos se desarrollarán de forma clandestina, convirtiéndose en temas aparentemente prohibidos y sobre los que sólo es posible el cuchicheo. El objetivo debe consistir en la exploración sincera de las diferencias, en la oportunidad de que los alumnos puedan experimentar y comprender la diversidad presente en una comunidad segura y acogedora.
 

 
PENSAR INCLUSIVAMENTE EN LA ENSEÑANZA INCLUSIVA



Los niños difieren en muchas dimensiones y la identidad de cada uno está configurada por su pertenencia a muchos grupos. Si nos limitamos a describir a Juan, de 6 años, como un niño “físicamente discapacitado”, pasamos por alto el hecho de que también es evangélico e hijo único.
Referirnos a Carmen como a una niña que necesita gran cantidad de materiales complementarios a causa de su acelerado rendimiento puede enmascarar el hecho de que su familia sea monoparental y latina.
Igual que las clasificaciones basadas en una sola dimensión no bastan para determinar las necesidades educativas, tampoco es suficiente hacer inclusivos ciertos aspectos del currículo sin prestar atención a la identidad completa del niño ni a la totalidad de su vida.
Por ejemplo, la adaptación de los trabajos manuales de Semana Santa para que Juan pueda hacer adornos con los demás niños no tiene en cuenta las diferencias religiosas de los niños.
Del mismo modo, es importante proporcionar a Carmen un libro acorde con su nivel de lectura, pero, como todos los libros de texto y materiales de lectura que hay en el aula sólo presentan familias tradicionales, blancas y de clase media, no se tiene en cuenta la realidad de una niña afroecuatoriana que vive con su madre en una casa de adobe.
 
 




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