Es fácil amar a personas bonitas, personas populares, personas aceptadas por otras.
Es fácil amar a personas que nos son amables. Quienes nos sonríen, nos saludan, nos tratan bien.
Pero ¿qué hacer con las personas que nos insultan, nos tratan mal y son maleducados?
¿Qué hacer con las personas odiosas? ¿Será que debemos amar a las personas que hablan tonterías?
¿A las personas que son obviamente estúpidas? Por lo menos basando en sus opiniones.
Al fin y al cabo, se equivocan tanto. No se concuerdan para nada conmigo y con las personas que sí entienden sobre el tema, como mis amigos por ejemplo. Y las personas guapas que se ven tan inteligentes en la tele cuando hablan sobre estos temas.
Y será ¿qué Dios me llamó a amar las personas sucias? ¿A las personas apestosas?
¿Debería amar a las personas feas? ¿Los de sobrepeso? ¿Los nada populares?
¿Los pobres? ¿Los que nadie respeta? ¿Los raritos? ¿Los discapacitados?
¿No será que Dios me llamó para amar a las personas que a nadie le importan? Esas personas que todos evitan. Las que son pisoteadas por todos porque nadie les defiende.
Sus causas no son populares. No voy a parecer nada interesante si me pongo a su lado. A nadie le va gustar o impresionar si me ensucio apoyándoles.
¿No podrías mandarme a cuidar a alguien más, no sé, chevere tal vez...? ¿De veras debo pasar vergüenza pública por culpa de Tí?
No pidáis a Dios que os de una carga apta para vuestros hombros; pedidle unos hombros aptos para soportar vuestras cargas.
Phillips Brooks (1835-1893) Clérigo episcopal americano.
10 En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. 11 Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros.
1 Juan 4:10-11 (Reina-Valera 1960)
Jacques Benigne Bossuet (1627-1704) Clérigo católico francés y escritor
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